martes, 12 de enero de 2010

LA MUERTE DESDE EL EROTISMO

La contemplación poética de la vida no es extraña a la muerte, por el contrario, la muerte siempre participa de la vida en todos los momentos en los que el hombre vive. Para Bataille, el erotismo es un acto poético en donde aparece la vida en su aspecto exuberante, enaltecedor. En el caso de lo que Bataille denomina como discontinuidad, el ser discontinuo representa la condición de individuo y finita del hombre. El hombre es ante todo un individuo que participa de la vida, de su vida. Sólo él nace. Sólo él muere. Entre un ser y otro hay un abismo, hay una discontinuidad, dice Bataille . La idea de la discontinuidad no sólo define el abismo que separa a un ser de otro, sino que también define la distancia del hombre con la Vida. El sentido individual y egoísta del ser discontinuo, que somos, vislumbra en el abismo la cercanía con la muerte:

“Este abismo, en cierto sentido, es la muerte y la muerte es vertiginosa, es fascinante.”

El aspecto fascinante de la muerte, como dice Bataille, desentraña el sentido del abismo que separa a un ser de otro, en tanto la muerte de la que se trata alude a la idea de continuidad. De este modo, la idea de la discontinuidad se aproxima más a la vida (pero a la vida individual); y que la idea de la continuidad se aproxima a la muerte. El erotismo se encuentra en medio de la vida y de la muerte, como aquello que aprueba a ambas. Sin embargo, es el erotismo el que niega la vida, es decir, niega al ser discontinuo, pero afirma a la muerte, al ser continuo. La discontinuidad que se niega se debe al interrogante que propone la actividad erótica. Para Bataille el erotismo es siempre de lo más violento. Para él, el erotismo desata una violencia incontrolable que trastorna al ser discontinuo, al individuo sumido en un orden moral; al hombre que vive su propia cotidianidad sumido en el trabajo y el dinero. Esto es el ser discontinuo: el hombre que hace de su vida el esfuerzo de sus labores sociales, políticas y económicas. También el ser discontinuo e individual es aquel que vive la vida en pro de sus propios beneficios. Es un ser esencialmente egoísta. La violencia de la que habla Bataille pone en juego dicha condición del ser discontinuo, cada vez más enamorado de sí mismo. Los movimientos del erotismo tienen que ver con esta violencia elemental: arrancar al ser de la discontinuidad para situarlo en un plano de copulación cósmica (continuidad del ser). En este sentido la Vida ya no es lo que el ser discontinuo piensa de ella, y donde pone todo su esfuerzo vital, sino que se trata de ver la Vida desde su aspecto trastornador. En una de las tres formas del erotismo, el de los cuerpos- frente al de los corazones y al sagrado- el sentido de la desnudez simboliza lo que enaltece el erotismo cuando enfatiza en la Vida que se exacerba desde la violencia. Para Bataille, la esencia del erotismo reside en la comunicación. Análogamente para él La desnudez es un estado de comunicación, de la que participan los participantes. En la desnudez, los cuerpos abren paso a una idea de continuidad, en donde la proximidad con la muerte es la apertura a la inmanencia del hombre con la Vida. Previo a este enaltecimiento de la vida en conjunto con la muerte, la violencia que desata la desnudez irrumpe contra ese ser discontinuo que yacía antes con sus vestiduras. Lo que se manifiesta previo a la desnudez es la ceremonia en la que los participantes luchan por despojarse, no solo de sus ropas, sino de su ser cerrado, discontinuo. Esto, diría Bataille, solo puede darse de forma violenta. La seducción se piensa más desde un aspecto vinculado al amor o al objeto de deseo que produce convulsiones en la interioridad del ser. Pero el erotismo de los cuerpos va más allá de estos movimientos del amor al prójimo, como podría darse en el erotismo de los corazones, porque va en asenso, porque evoca a que el hombre se alíe con la Vida y con la muerte. Lo que busca Bataille y lo que se busca en este trabajo es enfrentar al hombre ante lo que más le horroriza, y que esto mismo sea el espejo en el cual el hombre se enfrente a sí mismo.

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