jueves, 14 de enero de 2010

EROTISMO, SEXO Y PORNOGRAFÍA

El sexo no es la representación del erotismo. Es solo una parte. El acto sexual le exige al erotismo un desgarramiento de los participantes. En cambio el erotismo pone en juego a los participantes, juego donde él ya no es él, y ella ya nos es ella. Ambos están ahí, arrojados, desnudos ante ese acontecimiento. ¿Qué hay más desgarrador que el acto sexual? En pleno acto sexual la cortesía no existe; la angustia tampoco; menos aún existen los deberes ¿Entonces que queda en el acto sexual, cuando ya no hay nada de todo eso que somos, o que decimos ser? Y aunque creamos que nuestra vida sexual está debidamente orientada, ya sea mediante terapias, artificios, etc., en el acto lo que hay es un puro-ser-ahí; ex-puesto (puesto por fuera- de) a la violencia que desata la desnudez de los cuerpos.

El cuerpo es sagrado, y por eso mismo se cubre. La violencia que produce la desnudez requiere de un espacio y un tiempo propicios (Kairótico.) La desnudez evoca a lo sagrado mediante la transgresión, es decir, mediante el deseo de acceder al otro. El desnudarse depende de condiciones exactas previas, por ejemplo, el deseo por el otro. Si el otro no es deseado, el desnudarse pierde el carácter sagrado y transgresor. Exhibir con deseo el cuerpo al otro, es entregarse a la transgresión del cuerpo y hacerlo erotismo. En la desnudez, los participantes entran en la violencia que desata el erotismo: cercanía a la muerte, sentido de continuidad, ruptura del ser discontinuo. En otras palabras, el yo de cada participante se pierde en el erotismo de los cuerpos que se funden anunciando el goce de la violencia que se desata. Y no es la violencia de la agresión, ni la de reducir a estado de cosa al otro; es la violencia que desatan dos cuerpos desnudos, ingenuos, que evocan los deseos más profundos del ser humano.

Nuestra experiencia es diferente. En el acto sexual el Yo, tan propio de nuestra cultura, nunca se pierde; pues de alguna manera, como en la relación sexual no tenemos conciencia de lo sagrado, es difícil que en gran parte desaparezca el Yo. No nos abandonamos, puesto que no sabemos nada de la inconsciencia que contiene al erotismo. Claro que si sabemos que en el acto somos otro ser dispuesto a no perderse. Pero, el erotismo es pura pérdida, arrojo, inocencia, niñez, desbordamiento del ser.

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