martes, 12 de enero de 2010

LA EMBRIAGUEZ EN EL EROTISMO

No toda experiencia sexual es erótica, y menos posible se hace cuando el hombre que somos está cada vez más enamorado de sí mismo. Nuestra experiencia de la sexualidad arremete contra toda manifestación del erotismo que apruebe el sentido sagrado de la vida y de la muerte. El último hombre hace de la sexualidad un acto de egoísmo, en el que el deseo se supedita sólo a su aniquilamiento. Con Nietzsche en el Nacimiento de la tragedia se entendió que, por medio de lo dionisiaco, como fuerza instintiva de la embriaguez, la importancia de permanecer en el deseo posibilita contemplar la vida desde una experiencia estética. Para nuestro hombre la experiencia es contraria, es la de destruir el deseo. Nuestra sociedad actual solo equipara el acto sexual con la eyaculación, con el deseo ardiente de hacer del otro el objeto de su más fervorosa admiración a sí mismo. El otro, en estos términos, es el espejo de la individualidad. En el otro se nutre la vanidad del ser discontinuo, del ser que decimos ser y no somos.

Cuando se advierte el problema de lo dionisíaco en Nietzsche, puede éste aspecto relacionarse con la embriaguez del erotismo. El erotismo es dionisiaco, mientras que la sexualidad es afrodisiaca. En lo dionisiaco, la realidad del erotismo manifiesta un deseo que además de permanecer busca siempre ser, sin persistir del deseo mismo que desata. La locura dionisiaca no anuncia la llegada del deseo, al contrario, lo encarna, participa de él siempre desde dentro, desde una experiencia interior. Cuando se dice que la sexualidad es afrodisiaca esto mismo hace referencia a la idea de una sexualidad que se erige como un falo que busca copular, sin importar de donde ha surgido el deseo, donde lo consubstancial al deseo no es el deseo mismo sino las infinitas ganas de reproducción. El erotismo desde lo dionisíaco, desde la embriaguez se asocia con el sentido de la fiesta, de la locura y del derroche: con el gasto improductivo, no remunerado: es pura pérdida, vaciamiento del ser.

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